Domingo, 13 de julio de 2025   |   Nacionales

Milei encuentra apoyo: un análisis de quienes respaldan su propuesta política y económica en el escenario actual

Milei encuentra apoyo: un análisis de quienes respaldan su propuesta política y económica en el escenario actual

Semanalmente, Javier Milei ofrece nuevos motivos para la sorpresa, la controversia y el desasosiego.

Puede que su estilo y contenido sean crueles, pero, desde el punto de vista político, es innegablemente fascinante. Si bien presenta similitudes con otros populismos a nivel internacional, su anarcocapitalismo, su agresividad y su misticismo lo hacen singular.

Por ello, se plantea un reto diario entender su relación con la parte de Argentina a la que todavía logra reflejar con claridad.

En los últimos días, ha sido protagonista de tantas controversias que el análisis individual de cada una no cabría en esta columna.

Un día, participó en un streaming libertario con un perro al que presentó como si fuera el mismo que falleció hace ocho años. Al siguiente, defendió como normal la ausencia de controles aduaneros en un vuelo en el que entró con una conocida, a quien no le revisaron las valijas. En otra ocasión, calificó de “traidora” a su vicepresidenta, afirmó que no aceptará ninguna ley aprobada por el Congreso que contravenga su plan y arremetió contra los gobernadores, tildándolos de “hijos de puta”. Y en un evento posterior, asistió a la inauguración de un centro evangélico donde pronunció un discurso de un nivel de misticismo sin precedentes en la política local.

Este último evento presentaba particularidades adicionales. Se trataba de un viaje al interior del país, a Chaco, algo poco habitual en su gestión. Además, participó en el acto de un pastor que promete convertir pesos en dólares y plástico en diamantes, y que asegura poder hacer crecer el dedo cortado de una persona, permitir que los parapléjicos caminen y devolver la vista a los ciegos. Solo el día de su visita, este pastor afirmó haber realizado 400 milagros.

Entre cada polémica, no ha transcurrido un día en que el Presidente no haya insultado a políticos, economistas, empresarios y periodistas que no comparten su visión, así como a aquellos que lo apoyan en casi todo, pero no en todo.

A estas alturas, sus excentricidades escandalosas dicen menos de él que del sector social que lo sigue respaldando, ya sea debido a esas mismas excentricidades o a su efecto en la percepción pública.

La base está establecida. Latinobarómetro es la encuestadora más reconocida en América Latina desde hace tres décadas. Una de sus especialidades es la medición de la confianza en la democracia a través de múltiples preguntas que permiten inferir el nivel de malestar o acuerdo con este sistema.

Su último estudio, realizado en 2024, abarcó 19.214 entrevistas en 17 países, y los resultados reafirman patrones que se repiten desde hace años, tanto en Argentina como en la región, sobre las críticas que genera la democracia en ciertos sectores.

Históricamente, los argentinos se encuentran entre quienes más defienden la democracia, un hecho que puede relacionarse con el vívido recuerdo de las dictaduras pasadas.

No obstante, hay sectores que no solo no desconfían del autoritarismo, sino que lo apoyan. En el último sondeo, un 12% considera que “en determinadas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”. (El 87% opina lo contrario, muy por encima del 69% que es promedio en la región).

Sin embargo, al hacer un seguimiento más profundo, surge un 35% que está “muy de acuerdo o de acuerdo” con la afirmación: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”. Además, a la pregunta: “¿Está bien que el Presidente pase por encima de las leyes, el Parlamento y/o las instituciones para resolver los problemas?”, el 23% de los argentinos respondió que sí.

La investigación revela que convive en el país un 24% de argentinos “no demócratas”, un porcentaje inferior al promedio regional del 43%, pero igualmente alarmante.

En cuanto a la economía, ante la pregunta: “¿Cómo ha avanzado su familia en los últimos diez años?”, el 29% respondió “empeoró” (el doble que el promedio regional).

Además, el 24% demanda “cambios radicales”.

En resumen, se podría afirmar que alrededor de un 30% de los argentinos considera que su situación económica empeoró en la última década y que la solución no necesariamente debe llegar a través de métodos democráticos.

Este 30% ya se había reflejado en encuestas de años anteriores y se asemeja notablemente al 30% que votó por Milei en las PASO de 2023 y en las elecciones generales. Es un porcentaje que sin duda incluye, al menos, a un segmento del 24% que pide “cambios radicales”.

Es posible que este piso del 30% se mantenga tras los resultados finales de este año electoral (en los comicios realizados hasta ahora, La Libertad Avanza ha obtenido algo más del 20% de los escaños en disputa).

Dentro de ese 30% también se encuentra un porcentaje (¿el 12% que preferiría un gobierno autoritario?) que anhela la disciplina y las ideas de los gobiernos militares, y se siente cómodo con ideólogos mileístas como Nicolás Márquez y Agustín Laje, o con sus voceros mediáticos como el Gordo Dan y Fran Fijap, quienes esta semana afirmaron que ha llegado el momento de sacar “los tanques a la calle” y que se debería “dinamitar el Congreso con los diputados y senadores adentro”, respectivamente.

Seguramente, ese porcentaje también incluye a sectores conservadores, algunos afines a diversas iglesias, contrarios a la corrección política que fomenta derechos como el aborto o la igualdad de género.

La cuestión es qué porcentaje del restante 26% que llevó a Javier Milei al gobierno (que junto al 30% inicial de LLA conformó el 56% que obtuvo en el balotaje) considera que las excentricidades presidenciales de cada semana se alinean o no con lo que imaginaban al votarlo.

En cualquier caso, es probable que una parte de quienes votaron por Juntos por el Cambio (incluyendo macristas, larretistas, radicales, peronistas no kirchneristas y de la Coalición Cívica) ya no se sienta cómoda con su antirrepublicanismo, su violencia verbal y su creciente esoterismo. O que, en la actualidad, no lo volvería a elegir porque se siente víctima de su modelo económico.

No obstante, también es probable que otra parte de ese sector (a pesar de lo anterior) priorice cierto orden económico y la disminución de la inflación. Es comprensible que, tras tantos años de alta inflación, un aumento inferior al 2% mensual se considere un alivio, sin tomar en cuenta el costo social del ajuste. Este grupo también incluiría a una clase media, o más acomodada, que disfruta de los beneficios momentáneamente de un dólar retrasado que le posibilita viajes y adquisiciones que no realizaba desde hace tiempo.

A ambos sectores habría que sumar a quienes, directa o indirectamente, se benefician del crecimiento de ciertos sectores o de la desregulación económica de otros.

Así, el Milei que para unos parece irracional adquiere una lógica para otros.

Y esta es la razón que suelen mostrar los espejos. En este caso, uno que refleja bien la búsqueda de culpables (“la casta”), la esperanza de un futuro muy distinto (“un cambio radical”), la tolerancia hacia la violencia para alcanzar objetivos (un “autoritarismo obligado”) y el malestar frente al sentido común posdictadura, al que se le atribuyen valores como las libertades públicas y la democracia por encima de la realidad económica.

Para todos ellos, Milei es una opción razonable, ya que es quien mejor expresa sus inquietudes.

Y lo seguirá siendo mientras no desaparezcan los beneficios simbólicos y materiales que reciben en la actualidad.

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