
El trajín del viaje por caminos rurales y la repentina tormenta aceleró lo que había sido planeado para más adelante. Elena, una vaca preñada de la cabaña Malaika, inició su travesía junto a una ternera desde el campo en Victoria, Entre Ríos, hacia el predio de Palermo, en Buenos Aires, para participar de la 82ª Expo Angus. Sin embargo, de forma inesperada, se hizo necesaria una parada técnica en la Sociedad Rural de Victoria, ya que Elena había comenzado con el trabajo de parto y no había tiempo que perder.
“El trabajo de parto comenzó en el momento en que la cargamos, así que tuvimos que detenernos de manera improvisada en la rural de Victoria para que pudiera parir. Cuando la bajamos, el ternero estaba casi listo para nacer. Así fue como llegó al mundo Villaguay, un ternero macho, nombrado en honor a una localidad entrerriana”, relata Ángel Barbieri, dueño de la cabaña, en una conversación con LA NACIÓN. “Después de que madre e hijo se recuperaron, ajustamos el camión para que el recién nacido viajara cómodo y seguro, y retomamos el camino hacia Palermo”.
Barbieri comparte que todos sus animales llevan nombres de pueblos, ciudades y lugares de Entre Ríos. Aunque nació en Rosario, ha encontrado en la provincia del litoral, específicamente en Victoria, su lugar en el mundo. Allí fundó Malaika, una cabaña de Angus Colorado que representa su segunda vida profesional, tras haberse apartado de la industria metalúrgica.
“Vengo del sector de metales, siempre he estado en la metalúrgica”, cuenta. Durante muchos años, mantuvo un equilibrio entre su negocio industrial y la producción agropecuaria. “Desde que tengo poco más de 20 años, he estado en el campo, involucrado en agricultura y ganadería”, explica. Con el tiempo, a medida que sus hijos asumieron la dirección de la empresa familiar, Barbieri decidió dar un paso al costado y dedicarse a lo que realmente lo apasionaba.
“Les dejé el negocio a mis hijos y me enfoqué más en el campo”, afirma. Así fue como decidió fundar su cabaña. “La comencé hace siete años, con la intención de tener una ocupación que me apasionara, algo que siempre había querido hacer y que había tenido que postergar debido a mi trabajo anterior”, confiesa.
Malaika, que significa “ángel” en suajili y árabe, hoy es su proyecto personal y profesional. Allí cría exclusivamente Angus Colorado, en una apuesta clara por la genética y la calidad. “Cuando empecé, adquirí animales con bastante desconocimiento”, recuerda.
Fue en este camino donde encontró un guía invaluable: “Tuve la suerte de conocer a un joven, Pepe Pestalardo, de la cabaña centenaria Charles de Guerrero, quien me orientó de manera excepcional. Nos hicimos amigos y él entrenó a mí y a mi equipo, que al principio no éramos del todo idóneos. Estábamos aprendiendo sobre la marcha”.
Con el tiempo, la cabaña se organizó y comenzó a participar en exposiciones ganaderas. “Es como una vitrina de lo que uno hace; es una forma de ver cómo estamos posicionados”, señala. Esta fue su cuarta participación en la Expo Angus, y probablemente la más memorable por el nacimiento de Villaguay.
Su rodeo está compuesto por animales de pura raza por cruza (PC) y un pequeño lote de vacas de pedigree. “Tengo un rodeo PC, del cual selecciono las MAS [Madre Angus Seleccionada] para mis remates. Además, cuento con unas 20 vacas de pedigree. Al principio compré embriones para formar mi rodeo”, explica.
Su próximo objetivo está marcado en el calendario: el 5 de septiembre, realizará un remate en General Ramírez, Entre Ríos, donde presentará parte de su producción. “Me encuentro en una zona de confort, tratando de mejorar lo que tengo y vender mis productos”, dice.
Detrás de este recorrido hay una decisión profunda. “El motivo para dejar la fábrica fue ante todo permitir a mis hijos desarrollarse, sin que mi presencia los limitara. Pero el campo es mi verdadero amor”, explica.
Su historia no se reduce solo a ser un criador de Angus; es la historia de alguien que apostó por un sueño cuando otros podrían haber elegido el retiro. “Con mucho esfuerzo, un día logré comprar un terreno con todos mis ahorros, que fueron a parar allí”, recuerda. Hoy, ese terreno tiene un nombre y alberga animales con historia.